Entre estas ciudades se hallaba Ulia que comienza ahora su etapa de máximo esplendor a lo largo de la dinastía Julio Claudia como lo demuestra la arqueología local; así junto al abundante material bélico que nos habla de una importante actividad guerrera (balas de plomo, glandes…) aparecen monedas ulienses, inscripciones y restos escultóricos de la época que nos explican la importancia de la ciudad.
La leyenda afirma que el propio César otorgó a la ciudad tras la guerra civil el sobrenombre de Fidentia (la fiel) como premio por su actitud pro-cesariana.
A partir del siglo tercero después de Cristo la decadencia se hace inminente tanto económica como políticamente, y por tanto entramos en una etapa oscura en las que la información es escasa. Se sabe que un presbítero de nombre Victor acudió al concilio de Iliberris, a principios del siglo cuarto, representando a Ulia. Algunos papeles del archivo parroquial estudiados por Don Pablo Moyano nos reafirman que Montemayor tuvo silla catedral desde principios de la era cristiana.
Un curioso documento que dice que el Apóstol Santiago predicó en Ulia nos aporta también el dato de que a mediados del siglo segundo el obispo de la ciudad era San Cuadrado y nos informa de un curioso hecho que nos permitimos copiar literalmente de la obra de Don Pablo: “El año treinta y dos de Cristo Nuestro Redentor y estando en carne mortal antes de su Pasión sucedió en Montemayor un caso prodigioso y es que un niño de ocho días nacido habló y en voz inteligible y clara dijo a los que estaban presentes: El Salvador del Mundo es Cristo Jesús, con lo que los dejo admirados.